viernes, 30 de marzo de 2012

¿Qué son las emociones?...

"Casi todo el mundo piensa que sabe qué es una emoción hasta que intenta definirla y en ese momento prácticamente nadie afirma poder entenderla"

(Wenger, Jones y Jones).


Son muchas las emociones que podemos experimentar los seres humanos, que algunas sen han clasificado, por ejmeplo las llamadas emociones ‘primarias’, como son el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el disgusto y la sorpresa, éstas emociones que van acompañadas de patrones de conducta como los gestos en nuestro rostro (respuestas faciales), movimientos con nuestro cuerpo (motoras), palabras con diversa entonación (vocales), sudoración repentina, palpitación cardiaca acelerada (endocrinas) entre otras,  y autonómicas hasta cierto punto estereotipadas, porque se maniefiestan en diferentes culturas humanas. Hay otras emociones que les conocemos como: la envidia, la vergüenza, la culpa, la calma, la depresión y muchas mas, que se denominan ‘emociones secundarias’, con un componente cognitivo mas alto y que van además siempre asociadas a las relaciones interpersonales.

Ambos tipos de emoción forman parte esencial de nuestra vida diaria, incluso la alteración de los sistemas neurales de los que dependen las expresiones emocionales, provoca grandes trastornos de conducta. Según los especialistas la mayoría de las enfermedades de órden siquiatrico son, sobre todo, alteraciones en el modo en el que experimentamos las emociones.

EL CEREBRO, ASIENTO DE LAS EMOCIONES
Solo en tiempos mas recientes y gracias a las influyentes aportaciones de científicos y neurólogos como Joseph LeDoux y Antonio Damasio, se ha aceptado considerar que la consciencia no es el único elemento que ocupa la mente o, dicho de otro modo, que el cerebro, cuya operación produce lo que llamamos el pensamiento consciente, es igualmente el origen de las emociones. Aunque a primera vista pueda parecer que el soporte físico del cuerpo es irrelevante, mientras que resulta fundamental para las emociones , cada vez se acepta mas la interpretación de que tanto en la emoción como en la cognición, tras los componentes conscientes subyacen e interaccionan toda una serie de mecanismos cerebrales no conscientes (lo que Freud llamó premonitoriamente ‘el inconsciente’), que determinan de manera decisiva las características conscientes del pensamiento y la emoción.
En el estudio de las emociones es necesario primeramente saber que lo que llamamos coloquialmente ‘emoción’ no se corresponde con un proceso cerebral separado e independiente, sino el resultado de múltiples mecanismos cerebrales que pueden ser distintos en emociones diferentes. Algo análogo a lo que ocurre con ‘la memoria’ o ‘la inteligencia’. En tal sentido debe tenerse en cuenta también que los componentes conscientes de las emociones, que denominamos ‘sentimientos’, como la alegría, el miedo o el amor, no son cualitativamente diferentes de las percepciones cognitivas como podrían ser la resolución de un problema matemático o la percepción de que el objeto en el que viajamos es un automóvil. Los mecanismos de procesamiento inconsciente que subyacen en ambos casos son diferentes, pero en los dos, la consciencia se produce cuando el mecanismo cerebral general del conocimiento consciente los capta e incluye en su función.
Un segundo principio importante es que los mecanismos cerebrales de conducta emocional, tales como los que se ponen en marcha durante el miedo, la búsqueda de alimento o el deseo sexual, se han conservado en gran medida durante la evolución de los vertebrados, entre los que se cuenta el hombre. Las emociones conscientes se darían en aquellas especies animales que poseen consciencia.
No es posible inferir si la emoción consciente que provoca una situación de miedo es percibida de modo igual por el hombre y un animal. No obstante, si los patrones de conducta que se evocan en tal situación, en el hombre y en la otra especie animal son iguales o muy semejantes, podemos asumir que una parte importante de los procesos cerebrales que determinan tal conducta son iguales en ambas especies. La mayoría de los componentes de las respuestas emocionales se ponen en marcha de manera no consciente.
Como lo especulará acertadamente Freud, la consciencia es solo la parte final de un sistema de operaciones cerebrales mucho más amplio. Hay que señalar, además, que, al ser los mecanismos neurales de las emociones evolutivamente más primitivos que los de los procesos cognitivos, se ponen en marcha de manera inconsciente de un modo más inmediato que éstos. De ahí que los procesos cognitivos estén más sometidos a las emociones que a la inversa y que puedan, en determinadas circunstancias, verse avasallados por éstas. Las emociones juegan, además, un papel importante en la determinación de conductas futuras y sus trastornos pueden dar lugar a graves alteraciones del comportamiento, de carácter patológico.
Finalmente, no hay razón para asumir que los componentes conscientes de las emociones son mas importantes que los inconscientes, para lo que parece es el objetivo, en términos de la evolución de los seres vivos, de la aparición de los mecanismos cerebrales de las emociones, y que no es sino la supervivencia de la especie a través de la evitación del peligro de lesión corporal o muerte, la consecución del alimento y la reproducción sexual. En tal dirección, tan importante o mas son la taquicardia o las actitudes motoras defensivas que se ponen en marcha con la emoción de manera automática, y que ayudan decisivamente a la huida o la lucha del animal, como las percepciones conscientes de miedo. Por ello, el uso de modelos animales puede ser de gran utilidad para comprender como funcionan los mecanismos cerebrales de las emociones en el hombre, puesto que en una parte muy importante de sus bases cerebrales, no parecen existir diferencias cualitativas esenciales entre un caso u otro.
EL ESTUDIO CIENTÍFICO DE LAS EMOCIONES
El interés del hombre por la comprensión de los orígenes y causas de las emociones viene del antiguo Hipócrates, cinco siglos antes de Cristo, decía que nuestra estabilidad emocional dependía del equilibrio de cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. De ahí que todavía conservemos el término humor para referirnos a nuestros estados de ánimo.
Un exceso de bilis negra, por ejemplo, era para Hipócrates la causa de la depresión. Por eso se llamó a ésta también ‘Melancolía’, que viene de  melanos- negro y kolos, bilis.
Se ha tardado siglos en aceptar que el cerebro es el asiento de nuestras funciones mentales, incluyendo las emociones, sin embargo, ante la evidencia clínica de que las diferentes funciones cerebrales se localizaban en zonas diferentes del cerebro, asumió que tales regiones debían estar mas o menos desarrolladas en los diferentes individuos según que poseyeran en mayor o menor medida determinados rasgos de personalidad.
En paralelo, los neurólogos iban adquiriendo conciencia de que determinadas áreas del cerebro tenían
que ver con las emociones. Un caso famoso, que contribuyó a extender este concepto fue el de Phineas Gage, un cantero al que el estallido accidental de un barreno disparó una barra que le perforó el cráneo, penetrando por la órbita del lado izquierdo y saliendo por la parte superior derecha, lo que destruyó su lóbulo frontal, pese a lo cual sobrevivió. Sin embargo, Gage, que había sido hasta entonces un hombre responsable, piadoso y considerado, se convirtió en una persona sin control de sus comportamientos sociales e incapaz de planificar una conducta útil para él o las personas que le rodeaban, poniéndose así en evidencia el importante papel que juega el cerebro en la determinación de los aspectos de la personalidad.
A principios pues del siglo XX, se imponía la evidencia de que las emociones se localizaban en el cerebro, un órgano que empezaba a revelarse como extraordinariamente complejo. Los estudios de sicólogos y fisiólogos ponían también en evidencia dos elementos clave en la emoción: por un lado el componente subjetivo, que algunos llaman “sentimiento” (“feeling” en inglés) y por el otro la respuesta corporal, compuesta de una parte que llamamos vegetativa (sudoración, vasoconstricción o vasodilatación de los vasos sanguineos de la piel, que producen, respectivamente, palidez o enrojecimiento, piloerección, temblor, etc) y otra respuesta motora, que da lugar a la expresión somática, gestual de las emociones (expresiones faciales, huida, gestos de protección, et..).
Hoy se sabe que la experiencia cognitiva de la emoción sería secundaria a su expresión fisiológica. En términos simples, cuando nuestro cerebro detecta, por ejemplo, una situación de peligro (vamos a ser atacados) ponemos en marcha las reacciones de huida o lucha (actividad motora, taquicardia, etc.) a nivel inconsciente y son éstas las que dan lugar a la sensación consciente de miedo en otras zonas del cerebro; de acuerdo con esta visión, tenemos miedo porque huimos o sufrimos por que lloramos y no a la inversa.
El danés Carl Lange refinó esta misma teoría, señalando que el sentimiento, el aspecto consciente de la emoción, ocurre después de que se hayan puesto en marcha los mecanismos automáticos de ésta. En contra de tal hipótesis está el hecho de que los sentimientos permanecen después de que los componentes somáticos de las emociones han desaparecido, cosa que no debería ocurrir si la aparición y persistencia de los procesos cerebrales conscientes dependieran de la activación de esos componentes fisiológicos de la emoción. Sin embargo es cierto que, por ejemplo, los lesionados medulares experimentan con menor intensidad de emociones que los sujetos cuyo cerebro está conectado con las áreas espinales que median las respuestas vegetativas.
Y Usted, que opina?....

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